La Mesa de Educación Rural de Antioquia - MERA
Las mesas de educación rural iniciaron el proceso de convocatoria en octubre de 2010 como resultado de las recomendaciones del Tercer Congreso Nacional de Educación Rural. Dichas recomendaciones insistieron sobre la necesidad de generar procesos participativos regionales y nacionales que llamaran a la discusión sobre la construcción de una política pública para la educación rural. Esto motivó la conformación, inicialmente, de las mesas en Antioquia, Valle del Cauca, Santander y Cundinamarca, posteriormente, ha surgido interés de unirse a esta iniciativa en Cauca, Nariño, Caldas, Casanare y Huila.
Aunque las mesas regionales tienen intereses y planes particulares, existe un interés colectivo, nacional y de impacto local y regional que consiste en la construcción de un documento que oriente la cobertura, calidad y pertinencia de la educación rural desde el Ministerio de Educación hasta las secretarías departamentales y municipales. Esperamos que el documento sea construido durante este año y puesto en debate en diferentes espacios, en los cuales está considerado el Cuarto Congreso Nacional de Educación Rural a realizarse en el año 2014. Para tal efecto iniciamos la ejecución de diferentes actividades que arrojen los elementos necesarios y brinden los contenidos importantes que debe contener el documento. Dentro de estas actividades están considerados foros veredales, foros municipales, foros departamentales y otros espacios que permitan socializar resultados y propuestas entorno a la educación rural en el país. Aquí es muy necesario el compromiso político de las instituciones, dentro de las cuales se incluye a los Concejos Municipales y las Asambleas Departamentales correspondientes. ¿Por qué es tan importante este documento y por qué urge fortalecer los espacios que debatan las rutas de la educación rural en Colombia?
Desde la Mesa de educación rural creemos que es urgente y de gran importancia puesto que tiene relación directa con otros procesos y debates actuales en el país, por ejemplo, los diálogos de paz en la Habana, que contemplan en la agenda el asunto del desarrollo rural y el problema agrario; o asumir el compromiso y la responsabilidad institucional postergada (pública y privada) que le dejaron a la educación informes especiales como el de la Misión Rural “Colombia en transición” y el informe del PNUD 2011 “Colombia rural: razones para la esperanza”, entre otros.
La cuestión ahora no se centra en la elaboración de diagnósticos, sino en descifrar las estrategias consistentes, duraderas y decididas de la educación rural en Colombia. Muchos de los problemas están identificados, existen diversos análisis y propuestas para gestionar la educación rural, sin embargo, carecemos de directrices que superen las coyunturas, que trasciendan los gobiernos de turno, que amplíen la visión de la educación como solo cobertura, para comprenderla en el marco del Estado Social de Derecho y como el medio para construir conocimiento y propiciar la evolución y el bienestar de la población en equilibrio con los territorios. No existe ninguna sociedad que haya generado desarrollo sin el concurso de la educación. Una educación intencionada, una educación respetuosa de las culturas y potenciadora de las fortalezas de los territorios, una educación conocedora y analítica de las necesidades e intereses de las poblaciones, en esto se basa la creación de las técnicas y las tecnologías en cualquier parte del mundo, claro está, superando la sola denición de nes educativos y trascendiendo a la acción que quiere decir: programas de investigación, articulación de programas, integración de instituciones, docentes y directivas formadas y actuando en consecuencia, gestión permanente y asignación de recursos de forma continua y ordenada y con la infraestructura requerida.
A todo lo anterior queremos aportarle, para ello necesitamos el concurso de otras instituciones que tengan la claridad y sentido de la educación y especícamente de la educación rural, de su importancia local, regional y nacional, pero sobre todo, con la comprensión que los territorios rurales y las poblaciones que lo habitan tienen en riesgo sus vidas presentes y es incierta la vida de las generaciones futuras, pero también el equilibrio planetario y la gestión y ordenamiento de los presentes y futuros contextos.
Es el tiempo preciso para que el debate de la educación rural se presente en los escenarios que sean necesarios para analizar el desarrollo del país y su concurso en la globalidad. Todo dirigente político, económico, religioso... que permanezca con la actitud (intencionada o no) de ignorar el papel de la educación en la sociedad, deberá suponer que tiene la disposición de alterar los análisis de las desigualdades, inequidades e injusticias que existen en nuestro país y de permanecer pasivo ante la destrucción de los ecosistemas, la exclusión y discriminación de las poblaciones étnicas y campesinas. Tenemos la esperanza de salir adelante con este trabajo y damos la bienvenida a quienes deseen unirse a ella.